1. INTRODUCCIÓN
El juego que mantuvieron las fuerzas políticas durante el período democrático que nació al amparo de la Segunda República estuvo cargado de gran tensión y violencia. Muchos de los intereses y aspiraciones de los distintos grupos sociales estaban en clara confrontación. Los sectores agrupados en torno a lo que denominamos derecha se opusieron frontalmente a muchas de las reformas que, promovidas por la izquierda, amenazaban con subvertir un orden social extremadamente desigualitario. Esta discordante situación, que generó una fuerte polarización de los posicionamientos políticos, generó debates parlamentarios muy acalorados y hasta violentos enfrentamientos armados, entre los que cabe destacar los que se produjeron a raíz de la denominada Revolución de Asturias de 1934, considerados el precedente inmediato de la guerra civil.
La República conoció una pérdida progresiva de apoyos sociales, tanto por la izquierda como por la derecha, que amenazaba seriamente la estabilidad del sistema:
El triunfo del Frente Popular (gran coalición formada por fuerzas políticas de izquierda) en las elecciones de febrero de 1936 hizo aumentar el miedo entre los sectores de derecha a una inminente revolución que supuestamente pretendía iniciar una izquierda eufórica ante la victoria electoral. En este ambiente pre-revolucionario una parte del ejército inició una conspiración militar que desembocó en el alzamiento de las tropas de Marruecos del 17 de julio de 1936
Desde una perspectiva interna, la guerra civil española se entiende como la consecuencia de la convergencia incontrolada de los problemas que España venía arrastrando desde el siglo XVIII, e incluso antes, a los que la República no dio una solución satisfactoria, al igual que no lo habían hecho los regímenes precedentes. Desde una perspectiva externa fue muy importante la influencia que ejercieron sobre el desarrollo y conclusión del conflicto las tendencias totalitarias surgidas en Europa con posterioridad a la Gran Guerra.
2. LA SUBLEVACIÓN MILITAR
Altos mandos del ejército, disconformes con el rumbo político que estaba siguiendo la República, comenzaron a urdir una trama golpista que terminó conduciendo al levantamiento de las guarniciones militares españolas de Marruecos el 17 de julio de 1936.
A comienzos de ese mismo mes el teniente Castillo de la Guardia de Asalto, cuerpo policial creado en la Segunda República con el que se intentó limitar las funciones de control del orden público ejercido por la Guardia Civil, fue asesinado por un grupo de ultraderecha. En respuesta a este atentado miembros de la Guardia de Asalto secuestraron y asesinaron al líder del Bloque Nacional (coalición de derechas formada de cara a las elecciones de febrero de 1936) Calvo Sotelo, conocido por sus actitudes antidemocráticas y antiparlamentarias, participante activo en la conspiración contra el gobierno, la noche del 12 al 13 de julio. Este suceso fue lo que precipitó un alzamiento que se encontraba todavía en fase preparatoria.
La sublevación comenzó siendo un movimiento de carácter fundamentalmente militar. Los líderes de la conspiración no tenían en principio una idea claramente definida de lo que debía hacerse una vez se hubiesen hecho con el poder. Entre los principales organizadores de la trama encontramos a personas con muy diversas aspiraciones políticas, como Mola, Goded, Sanjurjo, Franco, Varela, Orgaz, Queipo de Llano, Saliquet o Fanjul. Algunos eran carlistas, partidarios de la instauración de una monarquía tradicionalista; otros defendían la restauración alfonsina; otros aspiraban a instaurar un régimen totalitario de corte fascista; incluso había defensores de la República que lo que pretendían era derribar el gobierno del Frente Popular e imponer el orden. Por esto es quizá más correcto hablar no de una conspiración, sino de varias conspiraciones paralelas que terminaron confluyendo cuando, al fracasar la insurrección militar, dio comienzo la guerra civil.
El principal organizador de la sublevación, el general Mola (conocido en la trama golpista con el sobrenombre de “el director”), pretendía instaurar una dictadura militar que garantizara el orden y, una vez controlada la situación, volver de nuevo a la legalidad constitucional. Los sublevados argumentaron que en principio lo que pretendían con el levantamiento militar era hacerse con el control de los resortes del gobierno de una manera rápida y limpia y frenar de este modo la revolución comunista que supuestamente estaba planeando iniciar el gobierno del Frente Popular. Para hacer triunfar el golpe necesitaban ser secundados por el mayor número de guarniciones militares posible, teniendo un valor fundamental las de Madrid y Barcelona. Pero no fueron respaldados ni por estas ciudades ni por otras muchas. El gobierno había tenido cuidado de establecer en aquellas zonas cuyo control era fundamental para la estabilidad del régimen mandos militares de reconocida fidelidad a la República y había mandado a zonas periféricas a aquellos militares que le inspiraban menos confianza, como Franco, que había sido alejado a Canarias.
El general Franco, que no decidió incorporarse a la conspiración hasta el último momento, después del asesinato de Calvo Sotelo, se desplazó en un avión Dragon Rapide desde el archipiélago canario a Tetuán, donde llegó el 19 de julio de 1936, poniéndose al frente de los ejércitos sublevados.
Durante los primeros días después del alzamiento, los sublevados consiguieron imponerse en ciudades como Cádiz, Sevilla, Córdoba y Granada, y en amplias zonas de Galicia, Catilla y León, Navarra, País Vasco y Aragón, así como en los archipiélagos balear y canario. Desde un principio el apoyo de los elementos civiles a los militares sublevados fue crucial para lograr el control de muchas de estas ciudades.
El 20 de julio de 1936 los rebeldes sufrieron un importante revés, al perder a su líder, el general Sanjurjo, que falleció en un accidente aéreo cuando regresaba del exilio para ponerse al frente de los sublevados.
3. UNA ESPAÑA DIVIDIDA EN DOS ZONAS
El fracaso del golpe generó una situación inesperada a la que los sublevados tuvieron que adaptarse, modificándose los objetivos originales a medida que se desarrollaban los acontecimientos. España quedó dividida en dos zonas irreconciliablemente enfrentadas, situación que terminó desembocando en el estallido inmediato de una cruenta y larga guerra civil.
Los sublevados, que representaban a los sectores más conservadores de la sociedad española, contaron con el apoyo de los partidos de derecha. El gobierno de la República, que consiguió mantener el control de amplios territorios, fue sostenido por los partidos de izquierda agrupados en torno al Frente Popular.
3.1. El bando sublevado
La base social que prestó su apoyo a los sublevados se componía, grosso modo, de militares conservadores, propietarios agrarios, monárquicos de derecha, católicos y tradicionalistas. Todos ellos eran contrarios, en general, al acceso de las clases populares y pequeño-burguesas al poder. Este bando recibió ayuda de los fascistas italianos y de los nacionalsocialistas alemanes, movimientos totalitarios que tendió a imitar.
Aunque en un principio la conspiración tuvo un carácter eminentemente militar, siendo entendida la colaboración civil como algo complementario, al fracasar el golpe de estado el apoyo de los elementos civiles se convirtió en determinante para garantizar el control de muchas ciudades. Estos estaban organizados fundamentalmente en torno a Falange Española, los carlistas y la CEDA (confederación española de derechas autónomas)
3.2. El bando republicano
El bando que apoyaba la legalidad republicana estaba constituido básicamente por las clases populares. Estaban afiliados, por regla general, a organizaciones comunistas, socialistas y anarcosindicalistas (como CNT o FAI). Un importante sector de las clases medias, vinculado a partidos republicanos, también dio su apoyo a la República, aunque temeroso ante el eventual estallido de una revolución social.
4. EL DESARROLLO DE LA GUERRA: LAS FASES BÉLICAS
Podemos distinguir cuatro grandes fases en el desarrollo del conflicto:
4.1. Primera fase. De julio a noviembre de 1936.
Una semana después del alzamiento empezaron las operaciones militares. La primera fase de la guerra se conoce como guerra de columnas. La tropas de África, después de cruzar el Estrecho de Gibraltar asistidos por la aviación alemana e italiana, consiguieron enlazar con la zona sublevada del norte peninsular después de eliminar una enconada resistencia en Badajoz. En septiembre Franco ocupó Toledo, encontrándose a finales de octubre a las puertas de Madrid.
Ante la inminente conquista de Madrid, el gobierno de la República decretó la movilización masiva para salvar la capital. Miles de hombres y mujeres participaron en la fortificación de los accesos y el interior de la ciudad.
El 6 de noviembre de 1936 el gobierno de la República se trasladó a Valencia, dejando Madrid en manos de una Junta presidida por el general Miaja. Madrid, a pesar de los fuertes ataques de que fue objeto, consiguió resistir, gracias en buena medida a la llegada de los brigadistas internacionales y de la columna anarcosindicalista Libertad, liderada por Buenaventura Durruti.
4.2. Segunda fase: de diciembre de 1936 a octubre de 1937.
En esta fase ambos bandos procedieron con la regularización de sus ejércitos:
Tras fracasar en la toma de Madrid, los sublevados intentaron aislar esta ciudad, tratando de cortar las comunicaciones con el Este, la carretera de Valencia, mediante una acción militar envolvente. El ejército de la República concentró sus fuerzas para evitar el aislamiento de Madrid y la consecuente división del territorio bajo control republicano. El encuentro de ambas fuerzas se produjo en la Batalla del Jarama en febrero de 1937, enfrentamiento que fue cesando como consecuencia del progresivo desgaste que se produjo en ambos ejércitos. En marzo de 1937 el Ejército Popular de la República consiguió una gran victoria frente a las tropas fascistas italianas aliadas de Franco en la Batalla de Guadalajara.
Ante las dificultades, Franco decidió cambiar de estrategia. Del intento de toma de Madrid se pasó a la conquista de todo el territorio español. La capital, aislada y sin recursos, terminaría cayendo.
Entre abril y octubre de 1937 las acciones militares se concentraron en la franja cantábrica, avanzando las tropas nacionales de Este a Oeste. En esta ofensiva la aviación de la Alemania nazi bombardeó, por orden del cuartel general de Franco, la población civil de la ciudad de Guernica. Se trata del primer bombardeo aéreo de la historia sobre población civil.
Ante el imparable avance del ejército nacional por el norte, el gobierno de la República puso en marcha unas acciones militares con el objeto de atraer la atención de Franco y así disminuir la presión en la zona cantábrica. El ejército republicano tomó entonces la iniciativa atacando Brunete, cerca de Madrid, y Belchite, en las proximidades de Zaragoza. Sin embargo estas acciones no consiguieron impedir que una de las zonas mineras e industriales más importantes de España, la zona cantábrica, pasase al bando nacional.
4.3. Tercera fase: noviembre de 1937 a junio de 1938. Ofensiva de Franco hacia el Mediterráneo.
En diciembre de 1937 el ejército republicano fue reestructurado para aumentar su eficacia. Los puestos de mando fueron ocupados por militares profesionales y los milicianos y brigadistas fueron integrados en su estructura.
El nuevo ejército republicano intentó tomar la iniciativa, lanzando fuertes ofensivas bélicas. Tras una dura batalla los republicanos ocuparon Teruel, ciudad que pronto debieron abandonar para hacer frente a la Campaña de Aragón iniciada por Franco, con la que consiguió abrirse camino hasta el Mediterráneo, dividiendo el territorio controlado por el gobierno de la República en dos zonas. Tras esto, Franco siguió avanzando hacia el sur, aunque tuvo que enfrentarse a una nueva, fuerte y desesperada ofensiva republicana lanzada sobre el Ebro.
4.4. Cuarta fase: de julio de 1938 a abril de 1939. Batalla del Ebro y fin de la Guerra
La Batalla del Ebro constituye el episodio bélico más importante de todo el conflicto. Los republicanos de la zona catalana intentaron, a partir del 25 de julio de 1938, avanzar hacia el sur para restablecer la unidad del territorio republicano. Sin embargo Franco detuvo el ataque mediante una fuerte concentración de tropas y con el apoyo de la aviación italiana y alemana. Detenido el ataque, inició en noviembre de 1938 la contraofensiva, obligando a los republicanos a replegarse hacia el norte y provocando importantes daños a su ejército.
Franco decidió entonces, en vez de continuar con el avance hacia el sur, tomar Cataluña. El 26 de enero entró en Barcelona sin necesidad de luchar. La toma de Cataluña provocó un fuerte flujo migratorio hacia Francia. Entre los exiliados destaca el gobierno de la República (con Negrín como jefe del gobierno y Manuel Azaña como presidente), que desde octubre de 1937 estaba instalado en Barcelona, y el gobierno de la Generalitat (el presidente era Lluís Companys). En Francia se unieron con los exiliados del gobierno vasco, donde se encontraban desde hacía más de un año.
En febrero de 1939 la República sólo controlaba la zona centro (formaba una figura cuyos vértices eran aproximadamente Valencia, Almería y Madrid). El jefe del gobierno republicano, Juan Negrín, regresó de Francia decidido a continuar la guerra, para lo cual contaba con el apoyo de los comunistas. Sin embargo ya poco se podía hacer. La República había caído. Francia e Inglaterra reconocieron oficialmente el nuevo gobierno de Franco, y Manuel Azaña dimitió como presidente de la República.
En marzo, el coronel Casado, el encargado de la defensa de Madrid, disconforme con la creciente importancia que estaban adquiriendo los comunistas en el gobierno de la República, dio un golpe de Estado en marzo de 1939 contra el gobierno socialista de Negrín y estableció un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja para negociar la paz con Franco. Franco no aceptó condición alguna y exigió la entrega inmediata de las armas. El 28 de marzo de 1939 el ejército de Franco entró en Madrid sin encontrar ninguna resistencia. En pocos días ocuparon todo el territorio que se extendía hasta el Mediterráneo, y el 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra:
5. EVOLUCIÓN POLÍTICA EN CADA UNA DE LAS DOS ZONAS
5.1. LA ZONA REPUBLICANA
5.1.1. Desencadenamiento de la revolución social
Los sublevados legitimaron su acción argumentando que pretendían frenar la supuesta revolución social que estaba organizando el gobierno del Frente Popular, formado tras las elecciones de febrero de 1936. Sin embargo, aunque la situación previa al alzamiento era de inestabilidad generalizada, no había ninguna revolución en marcha. Fue el alzamiento el que provocó, como consecuencia de la extrema polarización política que generó, que en el territorio que permaneció fiel a la República se extendiese una revolución social de carácter colectivista, promovida por los anarcosindicalistas (CNT y FAI). Aunque el PSOE también participó en algunas de las colectivizaciones llevadas a cabo, lo normal fue que tanto el PSOE como el PCE se mantuviesen en principio al margen, oponiéndose claramente más tarde. La revolución fue especialmente fuerte en Cataluña, donde en octubre de 1936 la Generalitat aprobó la colectivización de la industria. El colectivismo agrario se extendió por Aragón, Valencia, La Mancha y Andalucía. En muchas ciudades y pueblos se constituyeron Juntas, Consejos y Comités para dirigir la revolución.
En los primeros meses del conflicto se desencadenó en la zona republicana una persecución de todos los elementos “sospechosos”, es decir, favorables a los sublevados: eclesiásticos, burgueses, propietarios agrarios y clases acomodadas en general. Un gran número de personas fueron detenidas y asesinadas y sus bienes incautados en nombre de los partidos políticos y sindicatos. Muchos de los perseguidos huyeron de España o se refugiaron en la zona sublevada, prestando su apoyo al bando franquista. Asimismo cabe destacar el resurgir de movimientos anticlericales, que produjeron el saqueo y la quema de numerosos edificios religiosos.
5.1.2. Derrumbe del estado republicano
El gobierno de la República tardó en reaccionar ante el golpe de Estado. Se sucedieron varios gobiernos, hasta que José Giral comenzó a organizar la resistencia. Aprobó la entrega de armas a los civiles, organizados en milicias por los partidos, y disolvió un ejército que había quedado considerablemente mermado. Después, con el objeto de regularizar las milicias se propuso la creación de un ejército de voluntarios.
La revolución social avanzaba, creándose comités y juntas controladas por los sindicatos y los obreros por toda la zona republicana. Esta situación casi produjo el desplome del gobierno de la República, sumamente debilitado. En agosto, Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, fue llamado para formar gobierno, pues era considerado por la opinión pública como la única persona capaz, en esos difíciles momentos, de unir a los republicanos, burgueses y obreros en un esfuerzo común.
5.1.3. Largo Caballero recompone el Estado
Largo Caballero, apoyado en principio por todas las fuerzas republicanas, formó un nuevo gobierno en septiembre de 1936 integrado por republicanos, socialistas, y por primera vez, comunistas. En noviembre se sumaron a este gobierno cuatro ministros anarcosindicalistas.
El objetivo de Largo era crear una gran alianza antifascista que permitiese recomponer el poder del Estado y hacer frente a los sublevados, para lo cual impulsó la militarización de las milicias de los partidos y creó el Ejército Popular sobre la base de las Brigadas Mixtas.
A pesar del empeño de Largo, terminó enemistándose con los comunistas y los anarcosindicalistas. Con los primeros debido a que trató de dirigir la guerra de manera personal; con los segundos el distanciamiento respondía a la actitud que estos mostraban, ya que aunque por una parte participaban en el gobierno, por otra actuaban de manera independiente, colectivizando tierras y negándose a integrar sus milicias en el ejército regular.
Las distintas aspiraciones políticas de los partidos que apoyaban la república provocaron un fuerte enfrentamiento interno. Los anarcosindicalistas y partidos como el POUM defendían la guerra revolucionaria, lo cual no era compartido, entre otros, ni por comunistas ni por republicanos. En Cataluña esta disparidad de planteamientos desencadenó un enfrentamiento armado, conocido como Los Sucesos de Mayo, que terminó con la derrota de los anarcosindicalistas y la disolución del POUM.
Comenzó entonces una nueva disputa por el liderazgo dentro de la República que enfrentó a los seguidores de Largo Caballero con los comunistas.
5.1.4. El gobierno de Negrín
En mayo de 1937 los comunistas amenazaron con abandonar el gobierno si Largo Caballero no lo hacía antes. Hay que tener en cuenta que la posición de los comunistas se había fortalecido como consecuencia del apoyo que la República había recibido por parte de la Unión Soviética. Éste optó por dimitir, formándose un nuevo gobierno dirigido por el socialista Juan Negrín.
Se formó entonces un nuevo gobierno integrado únicamente por los partidos políticos, quedando fuera la representación sindical de la UGT y la CNT. La dirección de la guerra pasó en un principio a manos del socialista Indalecio Prieto.
Negrín lideró una política de resistencia a ultranza, al tiempo que se trataba de buscar una salida negociada al conflicto. Elaboró un proyecto conocido como el Programa de los Trece Puntos, en el que planteaba la permanencia de la República y la celebración de elecciones democráticas una vez hubiesen cesado las hostilidades. Franco se negó a aceptar el proyecto o cualquier tipo de negociación. Sólo aceptaba una rendición incondicional.
La única esperanza que le quedaba a Negrín era que estallase un nuevo gran conflicto internacional que llevase a Alemania a retirar sus ejércitos de España y pusiera a los aliados a su favor. Sin embargo en septiembre de 1938 Francia e Inglaterra firmaron el Tratado de Múnich, por el que reconocían la ocupación de los Sudetes por el ejército nazi, plegándose de este modo al expansionismo alemán. A pesar de esto grave acontecimiento Negrín continuó esperando el conflicto europeo entre las potencias democráticas y las fascistas, acuñándose la expresión ¡Resistir es vencer!
La vida se hacía cada vez más difícil en la zona republicana debido a la falta de alimentos y a los continuos reveses militares. A finales de 1938 Negrín redujo su plan a tres puntos: la salida de los ejércitos extranjeros de España; la garantía de que no se produjeran represalias de los vencedores sobre los vencidos; la continuidad del régimen democrático. Por su parte Franco anunciaba que sólo aceptaría la rendición sin condiciones.
5.2. LA ZONA SUBLEVADA
Los que respaldaban el alzamiento se encontraban políticamente divididos, pero aceptaron la supremacía del ejército, el cual se convirtió desde muy pronto en la columna vertebral del nuevo Estado surgido con el conflicto.
5.2.1. Francisco Franco: Generalísimo
Los sublevados crearon en Burgos una Junta de Defensa Nacional con el cometido de gobernar los territorios ocupados. Estaba integrada por militares y presidida por el general más antiguo, Miguel Cabanellas. La Junta prohibió los partidos políticos, suspendió la Constitución de 1931 y paralizó la Reforma Agraria.
Pronto surgió la necesidad de establecer un mando único para dirigir la guerra. Pero el general Sanjurjo, el líder del alzamiento, había muerto en una accidente aéreo días después de iniciarse éste (el 20 de julio de 1936). Franco consiguió, por un lado, el respaldo de la mayoría de los generales debido a sus exitosas acciones militares, y por otro obtuvo el respaldo de Hitler y Mussolini, lo cual lo convertía en el mejor representante para negociar los apoyos internacionales necesarios para sostener la guerra.
El día 1 de octubre de 1936 se nombraba a Franco mediante decreto Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Españoles. La Junta de Defensa Nacional fue sustituida por una Junta Técnica del Estado, con sede en Valladolid y Burgos, dividida en comisiones mandadas por militares en las que también había civiles.
5.2.2. La creación del Partido único
Los partidos activos en esta zona eran Falange Española, fundada por José Antonio Primo de Rivera, y la Comunión tradicionalista. La CEDA y otros grupos monárquicos también fueron tolerados.
A la hora de organizar un nuevo poder político los sublevados se inspiraron en los estados italianos y alemán. Se creó un partido único y se dotó al Jefe del Estado de plenos poderes. El 19 de abril de 1937 Franco decretó la unificación de los partidos políticos tolerados, naciendo de este modo Falange Española Tradicionalista y de las JONS, con Franco como Jefe del Partido y Jefe del Estado. Los carlistas y falangistas que se opusieron a esta unificación de partidos fueron condenados o desterrados.
El partido adoptó como uniforme la camisa azul, propia de la Falange, y la boina roja, característica de los carlistas, y como saludo el mismo que utilizaban los fascistas italianos, levantando el brazo al estilo de los antiguos romanos. Se creó una dirección integrada tanto por militares como por civiles y se respetó la influencia de la Iglesia Católica.
5.2.3. El primer gobierno de Burgos
En enero de 1938 Franco formó su primer gobierno con ministros, desapareciendo de este modo la Junta Técnica. Franco se convirtió en Jefe del Estado y del gobierno, y comenzó a ser llamado caudillo de España.
Este nuevo gobierno comenzó su actividad legislativa. Antes de que terminase la guerra se promulgó el Fuero del Trabajo, una de las Leyes Fundamentales del régimen, inspirada en la Carta del Lavoro italiana, con la que se creaba un Estado corporativo organizado a través de sindicatos verticales en los que quedaban integrados los trabajadores y los empresarios. La huelga y las reivindicaciones colectivas de cualquier tipo eran consideradas actos subversivos.
A través de otro conjunto de leyes el gobierno trató de asegurar el control ideológico del régimen sobre los medios de comunicación. Asimismo, para tratar de evitar la secularización de la vida española pretendida por la República, se restableció el culto en la escuela y en el ejército y se instituyó una remuneración a cargo del Estado para el clero.
6. LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO
6.1. La opinión internacional
La opinión democrática internacional se mostró de manera generalizada a favor de la República Española. Las principales potencias mundiales e instituciones se posicionaron de distinta manera ante el conflicto:
6.2. El comité de no-intervención
Ambos bandos solicitaron ayuda política y militar en el extranjero. Las peticiones de armamento de Franco fueron atendidas por la Italia fascista y la Alemania nacionalsocialista. La dictadura fascista de Salazar en Portugal también se alió con Franco.
El posicionamiento a favor o en contra de los distintos bandos enfrentados en el conflicto español creó una delicada situación que amenazó con la internacionalización del conflicto. Para evitar esto, las democracias europeas, fuertemente resentidas por la cercana Gran Guerra (primera guerra mundial), creyeron que lo más oportuno era asilar el conflicto.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento ante Alemania. Francia, aunque estaba más afectada por el conflicto debido a su cercanía a España y al hecho de tener también un gobierno del Frente Popular, decidió ceder ante la postura de Gran Bretaña, para garantizar el apoyo de este país ante un eventual avance de Hitler, e impulsó la creación de un Comité de no-intervención, con sede en Londres. Sin embargo, en este comité tuvieron representación los países que más apoyo prestaron a los combatientes: Alemania, Italia y la URSS. Este Comité es una de las principales causas que explican la derrota de la República Española.
6.3. Las ayudas extranjeras
La República, carente de los recursos necesarios para hacer frente a la guerra, decidió emplear las reservas de oro del Banco de España para comprar armamento a la Unión Soviética a partir de octubre de 1936.
Las Brigadas Internacionales constituyen un movimiento de solidaridad internacional antifascista. Fueron más de 60.000 brigadistas procedentes de todo el mundo los que apoyaron con las armas a la República. En su organización destaca especialmente la labor llevada a cabo por la Komintern (comunismo internacional).
Los sublevados recibieron un apoyo internacional mayor. Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y utilizó España como un campo de pruebas para algunas de sus nuevas armas. A cambio de la ayuda prestada Alemania recibió minerales y emplazamientos estratégicos. Italia envió una gran unidad armada, Il Corpo di Truppe Volontarie, así como gran cantidad de armamentos.
Hay que destacar también los voluntarios, especialmente irlandeses y portugueses que apoyaron al bando sublevado.
7. LA REPRESIÓN Y LAS VÍCTIMAS DEL CONFLICTO
Existe un vacío de información que impide conocer el número exacto de víctimas consecuencia del conflicto, aunque los investigadores actuales calculan que perdieron la vida aproximadamente medio millón de personas en total, consecuencia tanto de la guerra como de la represión, la cual fue especialmente brutal e implacable en la zona controlada por los sublevados.
7.1. La represión en ambos bandos
Desde el principio de la guerra ambos bandos impulsaron una fuerte represión contra aquéllos que mostraban resistencia o eran partidarios del enemigo.
En la zona republicana la represión fue llevada a cabo por las milicias de un modo incontrolado. La brutalidad de la represión y la cantidad de asesinatos, fruto del completo descontrol político existente, fue sucedida por el establecimiento de Tribuales Populares, con los que el Estado trató de hacerse con las riendas de la Justicia.
Los sublevados por su parte adoptaron como táctica de guerra la eliminación física de todo disidente. De hecho la represión en el bando franquista fue mucho mayor, en violencia, brutalidad y en números absolutos. A esto contribuye el hecho que fueron los que terminaron ganando la guerra y siguieron practicando la represión una vez finalizó el conflicto.
7.2. Refugiados y exiliados
Desde el principio de la guerra hubo importantes grupos de población civil que tuvieron que abandonar sus casas ante el peligro que suponía el avance de las tropas rebeldes. Estos refugiados se concentraron especialmente en la zona del Levante y Cataluña. La población del norte peninsular, acorralada, sólo pudo huir por mar hacia otros países. La imposibilidad de evacuar a todos hizo que se optase por dar prioridad a los niños. De hecho fueron más de 13.000 los niños que abandonaron España camino de otros países europeos, América o la URSS.
Hacia finales de la guerra una gran contingente de aproximadamente medio millón de personas concentradas en Cataluña marchó a Francia. Gran parte de estos refugiados fueron acogidos en campos de concentración improvisados por las autoridades francesas. Se calcula que más de la mitad de estas personas regresaron a sus casas pocos meses después del final de la guerra. Unos 30.000 se alistaron en el ejército francés y participaron en la segunda guerra mundial, iniciada el 1 de septiembre de 1939, muy poco después del fin de la guerra civil española. Más de 16.000 murieron en campos de exterminio nazis (Treblinka, Dachau, Mauthausen…)
Fue también importante el número de exiliados en tierras americanas, especialmente numerosos en México, unos de los países que más apoyo prestó a los exiliados, donde se reunieron fundamentalmente políticos e intelectuales y donde se constituiría el gobierno de la República en el exilio.
En la URSS se refugiaron unos mil adultos y unos 3000 niños.
8. LA GUERRA CIVIL EN ANDALUCÍA
Los factores que nos permiten entender el porqué de la guerra son múltiples, variados y de gran complejidad, aunque para la zona andaluza puede afirmarse que la Reforma Agraria puesta en marcha por la República tuvo un peso determinante, pues contribuyó a enconar gravemente las relaciones entre campesinos y terratenientes.
Desde el inicio de la guerra Andalucía quedó dividida en dos partes, manteniéndose esta situación durante prácticamente todo el conflicto. La Andalucía oriental estuvo controlada por el gobierno de la República, mientras que la Andalucía occidental más Granada se mantuvo dominada por el bando nacional. En la región andaluza no fueron destacables los enfrentamientos de trincheras, aunque sí lo fueron las tristes y brutales represiones de retaguardia.
En la guerra fue clave el control que desde un inicio mantuvieron los sublevados de la ciudad de Sevilla, ya que era donde se encontraba el aeródromo más cercano a África, y de los puertos de la bahía gaditana, que permitieron a los nacionales controlar el paso del Estrecho de Gibraltar. Para controlar ciudades como Sevilla, Cádiz y Córdoba fue determinante el apoyo que prestaron los elementos civiles organizados en torno a partidos ultraderechistas como Falange Española (FE). Gracias al apoyo de la aviación alemana se estableció un puente aéreo entre Marruecos y Sevilla, el primero de la historia, que permitió a los nacionales introducir a más de 1.500 soldados en los primeros días después del alzamiento. Al mismo tiempo el control de los puertos gaditanos permitió traer a la península hombres y material de guerra en barcos mercantes escoltados por bombarderos italianos. La flota republicana de la costa malagueña no intervino debido a la presencia de acorazados alemanes en la zona. Estas acciones permitieron que la concentración de tropas en Sevilla el 6 de agosto de 1936, día que llegó a esta ciudad el general Franco para ponerse al frente de las mismas, fuese considerable. Con ellas inició un imparable avance de 500 kilómetros hacia el norte por la zona extremeña, uniendo los territorios del sur y el norte controlados por los sublevados. Esta importante victoria militar consolidó la posición de Franco frente a la de otros militares de prestigio como Mola o Queipo de Llano.
Fue en Sevilla donde Franco, en la celebración de la Virgen de los Reyes el 15 de agosto de 1936, sustituyó la bandera tricolor por la monárquica bicolor en un acto público cargado de emotividad y teatralidad. Este cambio de bandera fue un golpe de efecto de gran trascendencia que le sirvió para posicionar a las fuerzas políticas antirrepublicanas a su favor, mientras Mola y otros generales sublevados continuaban enarbolando la bandera republicana.
La ciudad de Málaga cayó en poder del bando nacional en febrero de 1937, incapaz de resistir un duro ataque por tierra y mar en que intervinieron además de efectivos del bando nacional unos 10.000 camisas negras italianos. Después de la toma de Málaga no se desarrollaron más campañas militares destacables en la zona andaluza, a excepción del bombardeo que sufrió Almería por parte de un acorazado y cuatro destructores alemanes en mayo de 1937. Este acontecimiento generó tal tensión internacional que estuvo a punto de ser el desencadenante de la segunda guerra mundial.
Uno de las últimas ciudades en ser ocupadas por el ejército nacional fue Almería, que no fue ocupada hasta el 31 de marzo de 1939, convirtiéndose en el último bastión de la Segunda República. Al día siguiente Franco dio por concluida la guerra.
La represión en Andalucía por parte de los sublevados alcanzó unas cotas de brutalidad escalofriantes. Las matanzas fueron inmisericordes. El número de fallecidos es muy difícil de cuantificar, ya que por regla general no se registraban. Miles de personas, la mayoría de las cuales eran dirigentes sindicales, militantes políticos de izquierda e intelectuales, maestros fundamentalmente, fueron detenidas y ejecutadas sin juicio previo. En estos asesinatos no sólo intervinieron militares, sino que fue muy activa la labor de civiles encuadrados en organizaciones ultraderechistas como Falange Española. La represión alcanzó unas cotas de brutalidad especialmente dramáticas en aquellas zonas en las que los frentepopulistas habían mantenido previamente el control y habían ejecutado a personas sospechosas de simpatizar con los sublevados. Es el caso de ciudades como Lora del Río o Málaga.
Entre los represaliados andaluces cabe destacar, por la posición e influencia intelectual que ejercían, Federico García Lorca y Blas Infante.
El juego que mantuvieron las fuerzas políticas durante el período democrático que nació al amparo de la Segunda República estuvo cargado de gran tensión y violencia. Muchos de los intereses y aspiraciones de los distintos grupos sociales estaban en clara confrontación. Los sectores agrupados en torno a lo que denominamos derecha se opusieron frontalmente a muchas de las reformas que, promovidas por la izquierda, amenazaban con subvertir un orden social extremadamente desigualitario. Esta discordante situación, que generó una fuerte polarización de los posicionamientos políticos, generó debates parlamentarios muy acalorados y hasta violentos enfrentamientos armados, entre los que cabe destacar los que se produjeron a raíz de la denominada Revolución de Asturias de 1934, considerados el precedente inmediato de la guerra civil.
La República conoció una pérdida progresiva de apoyos sociales, tanto por la izquierda como por la derecha, que amenazaba seriamente la estabilidad del sistema:
- Los sectores más conservadores de la sociedad española, integrados fundamentalmente por eclesiásticos, un importante sector del ejército y la patronal industrial y agraria, mostraron un claro rechazo a las reformas promovidas por la izquierda, pues dañaban directamente sus intereses y amenazaban a la religión y a las tradiciones, bases sobre las que se asentaba el orden social establecido.
- Por su parte las organizaciones obreras confiaban cada vez menos en una República que se mostraba incapaz de acometer las reformas que desde estos sectores se demandaban, por lo que fueron distanciándose de ella, al tiempo que una parte cada vez más importante de la izquierda proclamaba la necesidad de romper con la República e iniciar una revolución proletaria.
El triunfo del Frente Popular (gran coalición formada por fuerzas políticas de izquierda) en las elecciones de febrero de 1936 hizo aumentar el miedo entre los sectores de derecha a una inminente revolución que supuestamente pretendía iniciar una izquierda eufórica ante la victoria electoral. En este ambiente pre-revolucionario una parte del ejército inició una conspiración militar que desembocó en el alzamiento de las tropas de Marruecos del 17 de julio de 1936
Desde una perspectiva interna, la guerra civil española se entiende como la consecuencia de la convergencia incontrolada de los problemas que España venía arrastrando desde el siglo XVIII, e incluso antes, a los que la República no dio una solución satisfactoria, al igual que no lo habían hecho los regímenes precedentes. Desde una perspectiva externa fue muy importante la influencia que ejercieron sobre el desarrollo y conclusión del conflicto las tendencias totalitarias surgidas en Europa con posterioridad a la Gran Guerra.
2. LA SUBLEVACIÓN MILITAR
Altos mandos del ejército, disconformes con el rumbo político que estaba siguiendo la República, comenzaron a urdir una trama golpista que terminó conduciendo al levantamiento de las guarniciones militares españolas de Marruecos el 17 de julio de 1936.
A comienzos de ese mismo mes el teniente Castillo de la Guardia de Asalto, cuerpo policial creado en la Segunda República con el que se intentó limitar las funciones de control del orden público ejercido por la Guardia Civil, fue asesinado por un grupo de ultraderecha. En respuesta a este atentado miembros de la Guardia de Asalto secuestraron y asesinaron al líder del Bloque Nacional (coalición de derechas formada de cara a las elecciones de febrero de 1936) Calvo Sotelo, conocido por sus actitudes antidemocráticas y antiparlamentarias, participante activo en la conspiración contra el gobierno, la noche del 12 al 13 de julio. Este suceso fue lo que precipitó un alzamiento que se encontraba todavía en fase preparatoria.
La sublevación comenzó siendo un movimiento de carácter fundamentalmente militar. Los líderes de la conspiración no tenían en principio una idea claramente definida de lo que debía hacerse una vez se hubiesen hecho con el poder. Entre los principales organizadores de la trama encontramos a personas con muy diversas aspiraciones políticas, como Mola, Goded, Sanjurjo, Franco, Varela, Orgaz, Queipo de Llano, Saliquet o Fanjul. Algunos eran carlistas, partidarios de la instauración de una monarquía tradicionalista; otros defendían la restauración alfonsina; otros aspiraban a instaurar un régimen totalitario de corte fascista; incluso había defensores de la República que lo que pretendían era derribar el gobierno del Frente Popular e imponer el orden. Por esto es quizá más correcto hablar no de una conspiración, sino de varias conspiraciones paralelas que terminaron confluyendo cuando, al fracasar la insurrección militar, dio comienzo la guerra civil.
El principal organizador de la sublevación, el general Mola (conocido en la trama golpista con el sobrenombre de “el director”), pretendía instaurar una dictadura militar que garantizara el orden y, una vez controlada la situación, volver de nuevo a la legalidad constitucional. Los sublevados argumentaron que en principio lo que pretendían con el levantamiento militar era hacerse con el control de los resortes del gobierno de una manera rápida y limpia y frenar de este modo la revolución comunista que supuestamente estaba planeando iniciar el gobierno del Frente Popular. Para hacer triunfar el golpe necesitaban ser secundados por el mayor número de guarniciones militares posible, teniendo un valor fundamental las de Madrid y Barcelona. Pero no fueron respaldados ni por estas ciudades ni por otras muchas. El gobierno había tenido cuidado de establecer en aquellas zonas cuyo control era fundamental para la estabilidad del régimen mandos militares de reconocida fidelidad a la República y había mandado a zonas periféricas a aquellos militares que le inspiraban menos confianza, como Franco, que había sido alejado a Canarias.
El general Franco, que no decidió incorporarse a la conspiración hasta el último momento, después del asesinato de Calvo Sotelo, se desplazó en un avión Dragon Rapide desde el archipiélago canario a Tetuán, donde llegó el 19 de julio de 1936, poniéndose al frente de los ejércitos sublevados.
Durante los primeros días después del alzamiento, los sublevados consiguieron imponerse en ciudades como Cádiz, Sevilla, Córdoba y Granada, y en amplias zonas de Galicia, Catilla y León, Navarra, País Vasco y Aragón, así como en los archipiélagos balear y canario. Desde un principio el apoyo de los elementos civiles a los militares sublevados fue crucial para lograr el control de muchas de estas ciudades.
El 20 de julio de 1936 los rebeldes sufrieron un importante revés, al perder a su líder, el general Sanjurjo, que falleció en un accidente aéreo cuando regresaba del exilio para ponerse al frente de los sublevados.
3. UNA ESPAÑA DIVIDIDA EN DOS ZONAS
El fracaso del golpe generó una situación inesperada a la que los sublevados tuvieron que adaptarse, modificándose los objetivos originales a medida que se desarrollaban los acontecimientos. España quedó dividida en dos zonas irreconciliablemente enfrentadas, situación que terminó desembocando en el estallido inmediato de una cruenta y larga guerra civil.
Los sublevados, que representaban a los sectores más conservadores de la sociedad española, contaron con el apoyo de los partidos de derecha. El gobierno de la República, que consiguió mantener el control de amplios territorios, fue sostenido por los partidos de izquierda agrupados en torno al Frente Popular.
3.1. El bando sublevado
La base social que prestó su apoyo a los sublevados se componía, grosso modo, de militares conservadores, propietarios agrarios, monárquicos de derecha, católicos y tradicionalistas. Todos ellos eran contrarios, en general, al acceso de las clases populares y pequeño-burguesas al poder. Este bando recibió ayuda de los fascistas italianos y de los nacionalsocialistas alemanes, movimientos totalitarios que tendió a imitar.
Aunque en un principio la conspiración tuvo un carácter eminentemente militar, siendo entendida la colaboración civil como algo complementario, al fracasar el golpe de estado el apoyo de los elementos civiles se convirtió en determinante para garantizar el control de muchas ciudades. Estos estaban organizados fundamentalmente en torno a Falange Española, los carlistas y la CEDA (confederación española de derechas autónomas)
3.2. El bando republicano
El bando que apoyaba la legalidad republicana estaba constituido básicamente por las clases populares. Estaban afiliados, por regla general, a organizaciones comunistas, socialistas y anarcosindicalistas (como CNT o FAI). Un importante sector de las clases medias, vinculado a partidos republicanos, también dio su apoyo a la República, aunque temeroso ante el eventual estallido de una revolución social.
4. EL DESARROLLO DE LA GUERRA: LAS FASES BÉLICAS
Podemos distinguir cuatro grandes fases en el desarrollo del conflicto:
- De julio a noviembre de 1936: avance hacia Madrid.
- Diciembre de 1936 a octubre de 1937: Batallas alrededor de Madrid y ocupación del norte.
- Noviembre de 1937 a junio de 1938: ofensiva de Franco hacia el Mediterráneo.
- Julio de 1938 a abril de 1939: Batalla del Ebro y fin de la Guerra.
4.1. Primera fase. De julio a noviembre de 1936.
Una semana después del alzamiento empezaron las operaciones militares. La primera fase de la guerra se conoce como guerra de columnas. La tropas de África, después de cruzar el Estrecho de Gibraltar asistidos por la aviación alemana e italiana, consiguieron enlazar con la zona sublevada del norte peninsular después de eliminar una enconada resistencia en Badajoz. En septiembre Franco ocupó Toledo, encontrándose a finales de octubre a las puertas de Madrid.
Ante la inminente conquista de Madrid, el gobierno de la República decretó la movilización masiva para salvar la capital. Miles de hombres y mujeres participaron en la fortificación de los accesos y el interior de la ciudad.
El 6 de noviembre de 1936 el gobierno de la República se trasladó a Valencia, dejando Madrid en manos de una Junta presidida por el general Miaja. Madrid, a pesar de los fuertes ataques de que fue objeto, consiguió resistir, gracias en buena medida a la llegada de los brigadistas internacionales y de la columna anarcosindicalista Libertad, liderada por Buenaventura Durruti.
4.2. Segunda fase: de diciembre de 1936 a octubre de 1937.
En esta fase ambos bandos procedieron con la regularización de sus ejércitos:
- En el bando republicano se creó el Ejército Popular de la República y se disolvieron buena parte de las milicias.
- Franco militarizó los cuerpos de voluntarios (requetés y falangistas fundamentalmente)
Tras fracasar en la toma de Madrid, los sublevados intentaron aislar esta ciudad, tratando de cortar las comunicaciones con el Este, la carretera de Valencia, mediante una acción militar envolvente. El ejército de la República concentró sus fuerzas para evitar el aislamiento de Madrid y la consecuente división del territorio bajo control republicano. El encuentro de ambas fuerzas se produjo en la Batalla del Jarama en febrero de 1937, enfrentamiento que fue cesando como consecuencia del progresivo desgaste que se produjo en ambos ejércitos. En marzo de 1937 el Ejército Popular de la República consiguió una gran victoria frente a las tropas fascistas italianas aliadas de Franco en la Batalla de Guadalajara.
Ante las dificultades, Franco decidió cambiar de estrategia. Del intento de toma de Madrid se pasó a la conquista de todo el territorio español. La capital, aislada y sin recursos, terminaría cayendo.
Entre abril y octubre de 1937 las acciones militares se concentraron en la franja cantábrica, avanzando las tropas nacionales de Este a Oeste. En esta ofensiva la aviación de la Alemania nazi bombardeó, por orden del cuartel general de Franco, la población civil de la ciudad de Guernica. Se trata del primer bombardeo aéreo de la historia sobre población civil.
Ante el imparable avance del ejército nacional por el norte, el gobierno de la República puso en marcha unas acciones militares con el objeto de atraer la atención de Franco y así disminuir la presión en la zona cantábrica. El ejército republicano tomó entonces la iniciativa atacando Brunete, cerca de Madrid, y Belchite, en las proximidades de Zaragoza. Sin embargo estas acciones no consiguieron impedir que una de las zonas mineras e industriales más importantes de España, la zona cantábrica, pasase al bando nacional.
4.3. Tercera fase: noviembre de 1937 a junio de 1938. Ofensiva de Franco hacia el Mediterráneo.
En diciembre de 1937 el ejército republicano fue reestructurado para aumentar su eficacia. Los puestos de mando fueron ocupados por militares profesionales y los milicianos y brigadistas fueron integrados en su estructura.
El nuevo ejército republicano intentó tomar la iniciativa, lanzando fuertes ofensivas bélicas. Tras una dura batalla los republicanos ocuparon Teruel, ciudad que pronto debieron abandonar para hacer frente a la Campaña de Aragón iniciada por Franco, con la que consiguió abrirse camino hasta el Mediterráneo, dividiendo el territorio controlado por el gobierno de la República en dos zonas. Tras esto, Franco siguió avanzando hacia el sur, aunque tuvo que enfrentarse a una nueva, fuerte y desesperada ofensiva republicana lanzada sobre el Ebro.
4.4. Cuarta fase: de julio de 1938 a abril de 1939. Batalla del Ebro y fin de la Guerra
La Batalla del Ebro constituye el episodio bélico más importante de todo el conflicto. Los republicanos de la zona catalana intentaron, a partir del 25 de julio de 1938, avanzar hacia el sur para restablecer la unidad del territorio republicano. Sin embargo Franco detuvo el ataque mediante una fuerte concentración de tropas y con el apoyo de la aviación italiana y alemana. Detenido el ataque, inició en noviembre de 1938 la contraofensiva, obligando a los republicanos a replegarse hacia el norte y provocando importantes daños a su ejército.
Franco decidió entonces, en vez de continuar con el avance hacia el sur, tomar Cataluña. El 26 de enero entró en Barcelona sin necesidad de luchar. La toma de Cataluña provocó un fuerte flujo migratorio hacia Francia. Entre los exiliados destaca el gobierno de la República (con Negrín como jefe del gobierno y Manuel Azaña como presidente), que desde octubre de 1937 estaba instalado en Barcelona, y el gobierno de la Generalitat (el presidente era Lluís Companys). En Francia se unieron con los exiliados del gobierno vasco, donde se encontraban desde hacía más de un año.
En febrero de 1939 la República sólo controlaba la zona centro (formaba una figura cuyos vértices eran aproximadamente Valencia, Almería y Madrid). El jefe del gobierno republicano, Juan Negrín, regresó de Francia decidido a continuar la guerra, para lo cual contaba con el apoyo de los comunistas. Sin embargo ya poco se podía hacer. La República había caído. Francia e Inglaterra reconocieron oficialmente el nuevo gobierno de Franco, y Manuel Azaña dimitió como presidente de la República.
En marzo, el coronel Casado, el encargado de la defensa de Madrid, disconforme con la creciente importancia que estaban adquiriendo los comunistas en el gobierno de la República, dio un golpe de Estado en marzo de 1939 contra el gobierno socialista de Negrín y estableció un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja para negociar la paz con Franco. Franco no aceptó condición alguna y exigió la entrega inmediata de las armas. El 28 de marzo de 1939 el ejército de Franco entró en Madrid sin encontrar ninguna resistencia. En pocos días ocuparon todo el territorio que se extendía hasta el Mediterráneo, y el 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado.
5. EVOLUCIÓN POLÍTICA EN CADA UNA DE LAS DOS ZONAS
5.1. LA ZONA REPUBLICANA
5.1.1. Desencadenamiento de la revolución social
Los sublevados legitimaron su acción argumentando que pretendían frenar la supuesta revolución social que estaba organizando el gobierno del Frente Popular, formado tras las elecciones de febrero de 1936. Sin embargo, aunque la situación previa al alzamiento era de inestabilidad generalizada, no había ninguna revolución en marcha. Fue el alzamiento el que provocó, como consecuencia de la extrema polarización política que generó, que en el territorio que permaneció fiel a la República se extendiese una revolución social de carácter colectivista, promovida por los anarcosindicalistas (CNT y FAI). Aunque el PSOE también participó en algunas de las colectivizaciones llevadas a cabo, lo normal fue que tanto el PSOE como el PCE se mantuviesen en principio al margen, oponiéndose claramente más tarde. La revolución fue especialmente fuerte en Cataluña, donde en octubre de 1936 la Generalitat aprobó la colectivización de la industria. El colectivismo agrario se extendió por Aragón, Valencia, La Mancha y Andalucía. En muchas ciudades y pueblos se constituyeron Juntas, Consejos y Comités para dirigir la revolución.
En los primeros meses del conflicto se desencadenó en la zona republicana una persecución de todos los elementos “sospechosos”, es decir, favorables a los sublevados: eclesiásticos, burgueses, propietarios agrarios y clases acomodadas en general. Un gran número de personas fueron detenidas y asesinadas y sus bienes incautados en nombre de los partidos políticos y sindicatos. Muchos de los perseguidos huyeron de España o se refugiaron en la zona sublevada, prestando su apoyo al bando franquista. Asimismo cabe destacar el resurgir de movimientos anticlericales, que produjeron el saqueo y la quema de numerosos edificios religiosos.
5.1.2. Derrumbe del estado republicano
El gobierno de la República tardó en reaccionar ante el golpe de Estado. Se sucedieron varios gobiernos, hasta que José Giral comenzó a organizar la resistencia. Aprobó la entrega de armas a los civiles, organizados en milicias por los partidos, y disolvió un ejército que había quedado considerablemente mermado. Después, con el objeto de regularizar las milicias se propuso la creación de un ejército de voluntarios.
La revolución social avanzaba, creándose comités y juntas controladas por los sindicatos y los obreros por toda la zona republicana. Esta situación casi produjo el desplome del gobierno de la República, sumamente debilitado. En agosto, Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, fue llamado para formar gobierno, pues era considerado por la opinión pública como la única persona capaz, en esos difíciles momentos, de unir a los republicanos, burgueses y obreros en un esfuerzo común.
5.1.3. Largo Caballero recompone el Estado
Largo Caballero, apoyado en principio por todas las fuerzas republicanas, formó un nuevo gobierno en septiembre de 1936 integrado por republicanos, socialistas, y por primera vez, comunistas. En noviembre se sumaron a este gobierno cuatro ministros anarcosindicalistas.
El objetivo de Largo era crear una gran alianza antifascista que permitiese recomponer el poder del Estado y hacer frente a los sublevados, para lo cual impulsó la militarización de las milicias de los partidos y creó el Ejército Popular sobre la base de las Brigadas Mixtas.
A pesar del empeño de Largo, terminó enemistándose con los comunistas y los anarcosindicalistas. Con los primeros debido a que trató de dirigir la guerra de manera personal; con los segundos el distanciamiento respondía a la actitud que estos mostraban, ya que aunque por una parte participaban en el gobierno, por otra actuaban de manera independiente, colectivizando tierras y negándose a integrar sus milicias en el ejército regular.
Las distintas aspiraciones políticas de los partidos que apoyaban la república provocaron un fuerte enfrentamiento interno. Los anarcosindicalistas y partidos como el POUM defendían la guerra revolucionaria, lo cual no era compartido, entre otros, ni por comunistas ni por republicanos. En Cataluña esta disparidad de planteamientos desencadenó un enfrentamiento armado, conocido como Los Sucesos de Mayo, que terminó con la derrota de los anarcosindicalistas y la disolución del POUM.
Comenzó entonces una nueva disputa por el liderazgo dentro de la República que enfrentó a los seguidores de Largo Caballero con los comunistas.
5.1.4. El gobierno de Negrín
En mayo de 1937 los comunistas amenazaron con abandonar el gobierno si Largo Caballero no lo hacía antes. Hay que tener en cuenta que la posición de los comunistas se había fortalecido como consecuencia del apoyo que la República había recibido por parte de la Unión Soviética. Éste optó por dimitir, formándose un nuevo gobierno dirigido por el socialista Juan Negrín.
Se formó entonces un nuevo gobierno integrado únicamente por los partidos políticos, quedando fuera la representación sindical de la UGT y la CNT. La dirección de la guerra pasó en un principio a manos del socialista Indalecio Prieto.
Negrín lideró una política de resistencia a ultranza, al tiempo que se trataba de buscar una salida negociada al conflicto. Elaboró un proyecto conocido como el Programa de los Trece Puntos, en el que planteaba la permanencia de la República y la celebración de elecciones democráticas una vez hubiesen cesado las hostilidades. Franco se negó a aceptar el proyecto o cualquier tipo de negociación. Sólo aceptaba una rendición incondicional.
La única esperanza que le quedaba a Negrín era que estallase un nuevo gran conflicto internacional que llevase a Alemania a retirar sus ejércitos de España y pusiera a los aliados a su favor. Sin embargo en septiembre de 1938 Francia e Inglaterra firmaron el Tratado de Múnich, por el que reconocían la ocupación de los Sudetes por el ejército nazi, plegándose de este modo al expansionismo alemán. A pesar de esto grave acontecimiento Negrín continuó esperando el conflicto europeo entre las potencias democráticas y las fascistas, acuñándose la expresión ¡Resistir es vencer!
La vida se hacía cada vez más difícil en la zona republicana debido a la falta de alimentos y a los continuos reveses militares. A finales de 1938 Negrín redujo su plan a tres puntos: la salida de los ejércitos extranjeros de España; la garantía de que no se produjeran represalias de los vencedores sobre los vencidos; la continuidad del régimen democrático. Por su parte Franco anunciaba que sólo aceptaría la rendición sin condiciones.
5.2. LA ZONA SUBLEVADA
Los que respaldaban el alzamiento se encontraban políticamente divididos, pero aceptaron la supremacía del ejército, el cual se convirtió desde muy pronto en la columna vertebral del nuevo Estado surgido con el conflicto.
5.2.1. Francisco Franco: Generalísimo
Los sublevados crearon en Burgos una Junta de Defensa Nacional con el cometido de gobernar los territorios ocupados. Estaba integrada por militares y presidida por el general más antiguo, Miguel Cabanellas. La Junta prohibió los partidos políticos, suspendió la Constitución de 1931 y paralizó la Reforma Agraria.
Pronto surgió la necesidad de establecer un mando único para dirigir la guerra. Pero el general Sanjurjo, el líder del alzamiento, había muerto en una accidente aéreo días después de iniciarse éste (el 20 de julio de 1936). Franco consiguió, por un lado, el respaldo de la mayoría de los generales debido a sus exitosas acciones militares, y por otro obtuvo el respaldo de Hitler y Mussolini, lo cual lo convertía en el mejor representante para negociar los apoyos internacionales necesarios para sostener la guerra.
El día 1 de octubre de 1936 se nombraba a Franco mediante decreto Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos Españoles. La Junta de Defensa Nacional fue sustituida por una Junta Técnica del Estado, con sede en Valladolid y Burgos, dividida en comisiones mandadas por militares en las que también había civiles.
5.2.2. La creación del Partido único
Los partidos activos en esta zona eran Falange Española, fundada por José Antonio Primo de Rivera, y la Comunión tradicionalista. La CEDA y otros grupos monárquicos también fueron tolerados.
A la hora de organizar un nuevo poder político los sublevados se inspiraron en los estados italianos y alemán. Se creó un partido único y se dotó al Jefe del Estado de plenos poderes. El 19 de abril de 1937 Franco decretó la unificación de los partidos políticos tolerados, naciendo de este modo Falange Española Tradicionalista y de las JONS, con Franco como Jefe del Partido y Jefe del Estado. Los carlistas y falangistas que se opusieron a esta unificación de partidos fueron condenados o desterrados.
El partido adoptó como uniforme la camisa azul, propia de la Falange, y la boina roja, característica de los carlistas, y como saludo el mismo que utilizaban los fascistas italianos, levantando el brazo al estilo de los antiguos romanos. Se creó una dirección integrada tanto por militares como por civiles y se respetó la influencia de la Iglesia Católica.
5.2.3. El primer gobierno de Burgos
En enero de 1938 Franco formó su primer gobierno con ministros, desapareciendo de este modo la Junta Técnica. Franco se convirtió en Jefe del Estado y del gobierno, y comenzó a ser llamado caudillo de España.
Este nuevo gobierno comenzó su actividad legislativa. Antes de que terminase la guerra se promulgó el Fuero del Trabajo, una de las Leyes Fundamentales del régimen, inspirada en la Carta del Lavoro italiana, con la que se creaba un Estado corporativo organizado a través de sindicatos verticales en los que quedaban integrados los trabajadores y los empresarios. La huelga y las reivindicaciones colectivas de cualquier tipo eran consideradas actos subversivos.
A través de otro conjunto de leyes el gobierno trató de asegurar el control ideológico del régimen sobre los medios de comunicación. Asimismo, para tratar de evitar la secularización de la vida española pretendida por la República, se restableció el culto en la escuela y en el ejército y se instituyó una remuneración a cargo del Estado para el clero.
6. LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL CONFLICTO
6.1. La opinión internacional
La opinión democrática internacional se mostró de manera generalizada a favor de la República Española. Las principales potencias mundiales e instituciones se posicionaron de distinta manera ante el conflicto:
- En Francia la mayor parte de la población estaba con la República, aunque sus gobernantes se opusieron a prestarle ayuda frente a los sublevados.
- Los partidos obreros de todo el mundo, con la URSS a la cabeza, respaldaron la República.
- México, gobernada por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y con Lázaro Cárdenas como presidente de la República, apoyó activamente a la República Española, convirtiéndose este país en destino para un buen número de españoles republicanos exiliados.
- En Gran Bretaña el alzamiento de Franco fue percibido mayoritariamente como un freno para la expansión mundial del comunismo.
- El catolicismo tradicional fue favorable a los sublevados. De hecho el Papado se pronunció muy pronto a favor de Franco.
- Alemania, Italia y Portugal se mostraron abiertamente favorables a Franco.
6.2. El comité de no-intervención
Ambos bandos solicitaron ayuda política y militar en el extranjero. Las peticiones de armamento de Franco fueron atendidas por la Italia fascista y la Alemania nacionalsocialista. La dictadura fascista de Salazar en Portugal también se alió con Franco.
El posicionamiento a favor o en contra de los distintos bandos enfrentados en el conflicto español creó una delicada situación que amenazó con la internacionalización del conflicto. Para evitar esto, las democracias europeas, fuertemente resentidas por la cercana Gran Guerra (primera guerra mundial), creyeron que lo más oportuno era asilar el conflicto.
Gran Bretaña defendía una política de apaciguamiento ante Alemania. Francia, aunque estaba más afectada por el conflicto debido a su cercanía a España y al hecho de tener también un gobierno del Frente Popular, decidió ceder ante la postura de Gran Bretaña, para garantizar el apoyo de este país ante un eventual avance de Hitler, e impulsó la creación de un Comité de no-intervención, con sede en Londres. Sin embargo, en este comité tuvieron representación los países que más apoyo prestaron a los combatientes: Alemania, Italia y la URSS. Este Comité es una de las principales causas que explican la derrota de la República Española.
6.3. Las ayudas extranjeras
La República, carente de los recursos necesarios para hacer frente a la guerra, decidió emplear las reservas de oro del Banco de España para comprar armamento a la Unión Soviética a partir de octubre de 1936.
Las Brigadas Internacionales constituyen un movimiento de solidaridad internacional antifascista. Fueron más de 60.000 brigadistas procedentes de todo el mundo los que apoyaron con las armas a la República. En su organización destaca especialmente la labor llevada a cabo por la Komintern (comunismo internacional).
Los sublevados recibieron un apoyo internacional mayor. Alemania envió a su aviación, la Legión Cóndor, y utilizó España como un campo de pruebas para algunas de sus nuevas armas. A cambio de la ayuda prestada Alemania recibió minerales y emplazamientos estratégicos. Italia envió una gran unidad armada, Il Corpo di Truppe Volontarie, así como gran cantidad de armamentos.
Hay que destacar también los voluntarios, especialmente irlandeses y portugueses que apoyaron al bando sublevado.
7. LA REPRESIÓN Y LAS VÍCTIMAS DEL CONFLICTO
Existe un vacío de información que impide conocer el número exacto de víctimas consecuencia del conflicto, aunque los investigadores actuales calculan que perdieron la vida aproximadamente medio millón de personas en total, consecuencia tanto de la guerra como de la represión, la cual fue especialmente brutal e implacable en la zona controlada por los sublevados.
7.1. La represión en ambos bandos
Desde el principio de la guerra ambos bandos impulsaron una fuerte represión contra aquéllos que mostraban resistencia o eran partidarios del enemigo.
En la zona republicana la represión fue llevada a cabo por las milicias de un modo incontrolado. La brutalidad de la represión y la cantidad de asesinatos, fruto del completo descontrol político existente, fue sucedida por el establecimiento de Tribuales Populares, con los que el Estado trató de hacerse con las riendas de la Justicia.
Los sublevados por su parte adoptaron como táctica de guerra la eliminación física de todo disidente. De hecho la represión en el bando franquista fue mucho mayor, en violencia, brutalidad y en números absolutos. A esto contribuye el hecho que fueron los que terminaron ganando la guerra y siguieron practicando la represión una vez finalizó el conflicto.
7.2. Refugiados y exiliados
Desde el principio de la guerra hubo importantes grupos de población civil que tuvieron que abandonar sus casas ante el peligro que suponía el avance de las tropas rebeldes. Estos refugiados se concentraron especialmente en la zona del Levante y Cataluña. La población del norte peninsular, acorralada, sólo pudo huir por mar hacia otros países. La imposibilidad de evacuar a todos hizo que se optase por dar prioridad a los niños. De hecho fueron más de 13.000 los niños que abandonaron España camino de otros países europeos, América o la URSS.
Hacia finales de la guerra una gran contingente de aproximadamente medio millón de personas concentradas en Cataluña marchó a Francia. Gran parte de estos refugiados fueron acogidos en campos de concentración improvisados por las autoridades francesas. Se calcula que más de la mitad de estas personas regresaron a sus casas pocos meses después del final de la guerra. Unos 30.000 se alistaron en el ejército francés y participaron en la segunda guerra mundial, iniciada el 1 de septiembre de 1939, muy poco después del fin de la guerra civil española. Más de 16.000 murieron en campos de exterminio nazis (Treblinka, Dachau, Mauthausen…)
Fue también importante el número de exiliados en tierras americanas, especialmente numerosos en México, unos de los países que más apoyo prestó a los exiliados, donde se reunieron fundamentalmente políticos e intelectuales y donde se constituiría el gobierno de la República en el exilio.
En la URSS se refugiaron unos mil adultos y unos 3000 niños.
8. LA GUERRA CIVIL EN ANDALUCÍA
Los factores que nos permiten entender el porqué de la guerra son múltiples, variados y de gran complejidad, aunque para la zona andaluza puede afirmarse que la Reforma Agraria puesta en marcha por la República tuvo un peso determinante, pues contribuyó a enconar gravemente las relaciones entre campesinos y terratenientes.
Desde el inicio de la guerra Andalucía quedó dividida en dos partes, manteniéndose esta situación durante prácticamente todo el conflicto. La Andalucía oriental estuvo controlada por el gobierno de la República, mientras que la Andalucía occidental más Granada se mantuvo dominada por el bando nacional. En la región andaluza no fueron destacables los enfrentamientos de trincheras, aunque sí lo fueron las tristes y brutales represiones de retaguardia.
En la guerra fue clave el control que desde un inicio mantuvieron los sublevados de la ciudad de Sevilla, ya que era donde se encontraba el aeródromo más cercano a África, y de los puertos de la bahía gaditana, que permitieron a los nacionales controlar el paso del Estrecho de Gibraltar. Para controlar ciudades como Sevilla, Cádiz y Córdoba fue determinante el apoyo que prestaron los elementos civiles organizados en torno a partidos ultraderechistas como Falange Española (FE). Gracias al apoyo de la aviación alemana se estableció un puente aéreo entre Marruecos y Sevilla, el primero de la historia, que permitió a los nacionales introducir a más de 1.500 soldados en los primeros días después del alzamiento. Al mismo tiempo el control de los puertos gaditanos permitió traer a la península hombres y material de guerra en barcos mercantes escoltados por bombarderos italianos. La flota republicana de la costa malagueña no intervino debido a la presencia de acorazados alemanes en la zona. Estas acciones permitieron que la concentración de tropas en Sevilla el 6 de agosto de 1936, día que llegó a esta ciudad el general Franco para ponerse al frente de las mismas, fuese considerable. Con ellas inició un imparable avance de 500 kilómetros hacia el norte por la zona extremeña, uniendo los territorios del sur y el norte controlados por los sublevados. Esta importante victoria militar consolidó la posición de Franco frente a la de otros militares de prestigio como Mola o Queipo de Llano.
Fue en Sevilla donde Franco, en la celebración de la Virgen de los Reyes el 15 de agosto de 1936, sustituyó la bandera tricolor por la monárquica bicolor en un acto público cargado de emotividad y teatralidad. Este cambio de bandera fue un golpe de efecto de gran trascendencia que le sirvió para posicionar a las fuerzas políticas antirrepublicanas a su favor, mientras Mola y otros generales sublevados continuaban enarbolando la bandera republicana.
La ciudad de Málaga cayó en poder del bando nacional en febrero de 1937, incapaz de resistir un duro ataque por tierra y mar en que intervinieron además de efectivos del bando nacional unos 10.000 camisas negras italianos. Después de la toma de Málaga no se desarrollaron más campañas militares destacables en la zona andaluza, a excepción del bombardeo que sufrió Almería por parte de un acorazado y cuatro destructores alemanes en mayo de 1937. Este acontecimiento generó tal tensión internacional que estuvo a punto de ser el desencadenante de la segunda guerra mundial.
Uno de las últimas ciudades en ser ocupadas por el ejército nacional fue Almería, que no fue ocupada hasta el 31 de marzo de 1939, convirtiéndose en el último bastión de la Segunda República. Al día siguiente Franco dio por concluida la guerra.
La represión en Andalucía por parte de los sublevados alcanzó unas cotas de brutalidad escalofriantes. Las matanzas fueron inmisericordes. El número de fallecidos es muy difícil de cuantificar, ya que por regla general no se registraban. Miles de personas, la mayoría de las cuales eran dirigentes sindicales, militantes políticos de izquierda e intelectuales, maestros fundamentalmente, fueron detenidas y ejecutadas sin juicio previo. En estos asesinatos no sólo intervinieron militares, sino que fue muy activa la labor de civiles encuadrados en organizaciones ultraderechistas como Falange Española. La represión alcanzó unas cotas de brutalidad especialmente dramáticas en aquellas zonas en las que los frentepopulistas habían mantenido previamente el control y habían ejecutado a personas sospechosas de simpatizar con los sublevados. Es el caso de ciudades como Lora del Río o Málaga.
Entre los represaliados andaluces cabe destacar, por la posición e influencia intelectual que ejercían, Federico García Lorca y Blas Infante.
Profesor Antonio Martín Martín
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