lunes, 1 de noviembre de 2010

Tema 2. Crisis de la monarquía borbónica. La Guerra de la Independencia y los comienzos de la revolución liberal. La Constitución de 1812



LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
INTRODUCCIÓN: LOS PRIMEROS INTENTOS REFORMADORES
 
Carlos III (1716-1788) Retrato de Goya
Durante el reinado de Carlos III (1716-1788) se empezó a aplicar en España, al igual que en otros estados europeos, una concepción política conocida como Despotismo Ilustrado. Ésta mezclaba los principios del absolutismo monárquico con algunas ideas filosóficas de la Ilustración. El monarca era concebido como un benefactor de su pueblo, en sentido paternalista, y era el responsable de impulsar las reformas necesarias para alcanzar el progreso, siempre guiado por la razón. Con la política se pretendía beneficiar al país, pero sin contar con la participación de los ciudadanos. Esta teoría política se suele resumir mediante la famosa frase: Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Carlos III (rey de España entre 1759 y 1788) situó en el gobierno a ministros ilustrados que emprendieron amplias reformas -fundamentalmente en el terreno económico, agrícola e industrial- con el objetivo principal de fortalecer el Estado. A pesar de sus esfuerzos y planes modernizadores los gobernantes ilustrados no fueron revolucionarios. El bienestar de la población era un objetivo secundario y, aunque llegaron a criticar los efectos negativos de la sociedad estamental, no cuestionaban las bases de la sociedad del Antiguo Régimen.

Los ministros de Carlos III (el marqués de Esquilache, Campomanes, el conde de Floridablanca, entre otros) trataron de poner en marcha algunas reformas políticas, entre las que cabe destacar las siguientes:

  • Política agraria: la agricultura se convirtió en el centro de atención prioritario para los gobernantes ilustrados. Sus críticas se dirigieron fundamentalmente a la amortización de las tierras, obstáculo principal para el desarrollo agrario. Durante todo el reinado se habló de reforma, aunque la oposición frontal de los grupos privilegiados, que veían seriamente amenazados sus intereses, imposibilitó el desarrollo de cambios sustanciales. Hay que destacar las colonizaciones de los despoblados andaluces iniciadas bajo el reinado de Carlos III, planificadas y puestas en marcha por el ilustrado Pablo de Olavide, para lo que contó con unos seis mil colonos procedentes de Centroeuropa (alemanes y flamencos fundamentalmente)
  • Industria: el rearme naval estimuló la producción de los astilleros y de las fábricas de armas. Sin embargo no hubo acciones que promovieran la inversión privada, manteniéndose la producción bajo el control de los talleres gremiales.
  • Comercio: a partir de 1765, mediante la promulgación de sucesivas leyes, se terminó estableciendo el libre comercio colonial, terminando de este modo con el monopolio comercial del puerto de Cádiz. La medida, aunque vino muy tarde, fue muy beneficiosa, especialmente para la industria barcelonesa, pues le permitió ampliar considerablemente sus mercados.
  • Hacienda: su situación fue estable hasta que la guerra contra Inglaterra (1778-1783) provocase un fuerte endeudamiento. Para hacer descender la deuda se decidió emitir vales reales, certificados de deuda pública amortizables. El gran éxito de estas emisiones condujo a la creación, en 1782, del Banco Nacional de San Carlos.
  • Tecnología: los ilustrados eran conscientes la importancia económica de las innovaciones técnicas. Por ello comenzaron a organizar expediciones científicas y promovieron publicaciones de carácter técnico.
Sin embargo, todas estas medidas reformadoras tuvieron un alcance muy limitado, no provocando cambios significativos en el conjunto de la sociedad.


LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL. LA CONSTITUCIÓN DE 1812.

Durante el gobierno de Carlos III el Reformismo Ilustrado fue incapaz de impulsar una modernización real del país. El sistema del Antiguo Régimen se mantenía en pie. Fue la Revolución Francesa de 1789 el punto de partida de un proceso que abrió paso al liberalismo político, al capitalismo y a la sociedad de clases, y que terminó provocando la caída del Antiguo Régimen en Europa. 


La revolución fue extendida por el continente por los ejércitos de Napoleón, que controlaba el poder en Francia desde 1799, año en que se convirtió en Primer Cónsul, después de hacerse con el control del gobierno (18 de brumario. 9 de noviembre). Los ejércitos napoleónicos invadieron España en 1808. Durante la guerra contra los franceses -la denominada tradicionalmente por la historiografía Guerra de Independencia- los ideales liberales experimentaron un fuerte avance en España, llegando a desarrollarse la primera experiencia constitucional en Cádiz.

La derrota de Napoleón ante las potencias absolutistas europeas supuso la restauración temporal del viejo orden. En España, el encargado de volver al absolutismo monárquico fue Fernando VII (1814-1833). Durante su reinado la lucha entre absolutistas y liberales fue constante, resolviéndose el conflicto finalmente a favor de los últimos tras la muerte del rey, a lo largo del reinado de su hija Isabel II (1833-1868)

1. LA CRISIS DEL REINADO DE CARLOS IV (1788-1808)

A la muerte de su padre, accedió al trono
Carlos IV (rey de España entre 1788 y 1808). Éste se desentendió pronto del gobierno, delegando sus funciones en el conde de Floridablanca. El estallido de la Revolución Francesa provocó en España una reacción política conservadora. Las Cortes fueron disueltas, ante el temor de que ocurriera lo mismo que en Francia, se prohibió por ley la entrada de propaganda y obras “peligrosas” extranjeras y se estableció una rígida censura para evitar el contagio de las ideas revolucionarias. Asimismo, a partir de 1793 se establecieron alianzas defensivas con Inglaterra (tradicional enemigo de España) y con Portugal para actuar conjuntamente ante una eventual propagación de la revolución.

A medida que la revolución se radicalizaba la tensión con Francia iba en aumento. Sin embargo, la debilidad militar española y la necesidad de una alianza con Francia frente a una Inglaterra que amenazaba directamente los intereses comerciales españoles, especialmente en el ámbito colonial, condujo a una política de negociaciones con el país galo.
 

Pero la ejecución del rey de Francia, Luis XVI (primo del monarca español Carlos IV), por los revolucionarios franceses en 1793 condujo a una guerra contra la República Francesa, la llamada Guerra de los Pirineos. El conflicto fue desastroso para España. Francia ocupó numerosas plazas en los Pirineos y en América. La guerra finalizó con el acuerdo de paz de Basilea en 1795, negociado por Godoy, el nuevo valido de Carlos IV. En 1796 Francia y España firmaron el Segundo Tratado de San Ildefonso, a través del cual establecían una alianza defensiva y ofensiva que terminó provocando que España se viera envuelta en una guerra contra Inglaterra. La derrota española a manos de la flota inglesa en 1797 en el cabo de San Vicente provocó el hundimiento definitivo del comercio colonial español.

La pérdida del mercado colonial, la mala situación financiera de la Corona, las guerras y la expansión del hambre provocaban el aumento progresivo del descontento entre la población. Blanco White, a través de sus Cartas, hizo una cruda y mordaz descripción de la sociedad de su época, dando testimonio de la epidemia de fiebre amarilla que asoló Andalucía en 1800 y que diezmó su población de manera considerable.

En 1800 hubo un nuevo acercamiento entre España y la Francia de Napoleón a través del Tercer Tratado de San Ildefonso, mediante el que ambos países fortalecían sus vínculos. En este contexto de acercamiento volvieron a firmar un acuerdo en Madrid, en 1801, comprometiéndose a presionar a Portugal para que abandonase su alianza con Inglaterra y a ocupar militarmente Portugal en caso de negarse a aceptar las demanadas de los dos países aliados.

En 1804 Francia y España volvieron a enfrentarse a Inglaterra, que derrotó a la armada francesa y española en Trafalgar (octubre de 1805). Este desastre militar supuso la pérdida definitiva del control marítimo español sobre sus colonias.

La crisis de la Hacienda real fue en aumento, como consecuencia del desastre naval y de la pérdida del control del comercio colonial. Con el objeto de sanear la Hacienda, Godoy recurrió al endeudamiento público, aumentó las contribuciones e impulsó una desamortización de tierras eclesiásticas. Las medidas fueron poco eficaces, y sólo sirvieron para aumentar la oposición a Godoy. Dicha oposición a Godoy y a Carlos IV se fue aglutinando en torno al príncipe Fernando, el hijo del rey. Sus partidarios, fundamentalmente aristócratas y miembros del clero, difundieron una imagen del príncipe muy positiva, y lo presentaron al pueblo como el único salvador posible de un país que estaba siendo arrasado por las epidemias y el hambre.

1.1.) El Tratado de Fontainebleau y el motín de Aranjuez. 

 
Napoleón decretó en 1806 un bloqueo contra el comercio británico que fue respaldado por la mayoría de estados europeos. Sin embargo Portugal, tradicional aliada de Inglaterra, se negó a cumplirlo. Napoleón se decidió a invadir Portugal, y para ello firmó previamente unos tratados con Godoy, conocidos como los Tratados de Fontainebleau, en 1807, mediante los que España autorizaba al ejército francés a atravesar sus territorios en su marcha hacia Portugal. A cambio Portugal sería repartido en un futuro entre Francia y España, obteniendo Godoy un principado propio.

Entre finales de 1807 y comienzos de 1808 entraron en España varios cuerpos de ejército francés, más de los pactados en Fontainebleau. La alarma y el descontento fueron en aumento. Los que apoyaban al príncipe Fernando aprovecharon la ocasión para dar el golpe definitivo, desencadenándose a mediados de marzo de 1808 el llamado Motín de Aranjuez. Una multitud asaltó el palacio real, y a la mañana siguiente Godoy fue depuesto y Carlos IV se vio obligado a ceder la Corona a su hijo.

1.2.) Las abdicaciones de Bayona.

Carlos IV escribió a Napoleón narrándole lo sucedido y reclamándole ayuda. Padre e hijo fueron llamados por Napoleón a Bayona. Napoleón exigió la renuncia al trono de la familia al completo. Primero Carlos IV cedió la corona al emperador de los franceses Napoleón Bonaparte. A continuación el príncipe Fernando reconoce la cesión hecha por su padre al tiempo que renuncia a cualquier derecho sobre la corona española. Finalmente Napoleón termina cediendo los derechos recién adquiridos sobre la corona española a su hermano José, a partir de ahora José I de España.

A cambio de su renuncia al trono español, Carlos exigió el mantenimiento de la unidad de la Corona y el exclusivismo de la religión católica. Tanto Carlos como Fernando recibieron como compesación varios castillos en Francia y enormes rentas.

José I Bonaparte convocó Cortes para aprobar una Constitución, el llamado Código de Bayona, y puso en marcha un programa reformista con el que pretendía liquidar definitivamente el Antiguo Régimen de España. Entre sus medidas destacan la abolición del Régimen señorial, la desamortización de tierras de la Iglesia y la desvinculación de mayorazgos y tierras de manos muertas.

Sin embargo, a ojos de la población española, José I era un rey ilegítimo. Además, la violenta actuación de las tropas francesas terminó poniendo a la mayoría de la población en su contra.

2. LA GUERRA DE INDEPENDENCIA ESPAÑOLA (1808-1814)

2.1.) El estallido del conflicto y la formación de Juntas

 
El 2 de mayo, ante la salida de España de la familia real, se produjo en Madrid un levantamiento popular en contra de la presencia francesa. Las tropas napoleónicas, al mando del general Murat, procedieron con una violenta represión. Murat dictó un bando en que proclamó su autoridad absoluta en todo el territorio español y decretó la pena de muerte para todos los que se habían resistido. Por la madrugada, el 3 de mayo, un centenar de prisioneros fueron fusilados en la montaña de Príncipe Pío y en el Pardo.

La resistencia de la población española frente a los franceses se extendió rápido por todo el territorio y, ante el teórico vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona, surgieron numerosas Juntas de armamento y defensa. En un principio éstas tuvieron un carácter local, pero la necesidad de coordinar la lucha impulsó la formación de Juntas provinciales que asumieron el poder en ausencia de Fernando VII, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Inglaterra. La resistencia española consiguió vencer en Bailén (19 de junio de 1808) a las tropas francesas. Esto provocó la huída momentánea de los franceses de Madrid, donde se creó una Junta Suprema Central con representantes de las Juntas Provinciales que se encargaría de coordinar la guerra y de dirigir el país. Esta Junta reconoció a Fernando VII como legítimo rey de España y asumió su autoridad hasta su regreso. Pero los franceses contraatacaron y la Junta Central se vio obligada a replegarse hacia Sevilla, y de aquí a Cádiz, la única ciudad española que logró resistir al asedio francés durante toda la guerra gracias al apoyo de los ingleses.

2.2.) Desarrollo y fin de la guerra

Las inesperadas dificultades a las que tuvieron que hacer frente los ejércitos franceses provocaron el desplazamiento de Napoleón a España, en noviembre de 1808, para dirigir personalmente las ofensivas. Vino con un ejército de 250.000 efectivos y, en cuatro semanas, logró restablecer el control del territorio español. Después de atravesar los Pirineos ocupó Burgos y en su avance hacia Madrid derrotó a la resistencia española en el puerto de Somosierra.

Había quedado claro que la resistencia a los ejércitos franceses empleando las técnicas del ejército tradicional no era posible. Surgieron en este contexto las guerrillas, pequeñas unidades de paisanos armados que se dedicaron a acosar de manera continua a los franceses. Su técnica de combate básica era la emboscada, el ataque por sorpresa y la retirada rápida. Destruían instalaciones y asaltaban convoyes de avituallamiento, sometiendo a los franceses a una presión permanente. Los guerrilleros vivían sobre el terreno, apoyados por la población civil, que les ofrecía víveres, información y refugio. 


A partir de 1811 la guerra cambió de rumbo. Los franceses se vieron obligados a abandonar Portugal y Wellington comenzó su avance por el sur. Además, en 1812 Napoleón decidió atacar Rusia. Para esta campaña tuvo que desplazar desde España hacia el Este europeo un número considerable de unidades. Las tropas españolas apoyadas, por las guerrillas y por las tropas británicas mandadas por Wellington, avanzaron, y, después de la victoria en Arapiles (22 de julio de 1812), entraron en Madrid. 


Ante la incapacidad por parte de Napoleón de mantener los múltiples frentes abiertos, éste se vio obligado a pactar el final de la guerra en España. Se firmó en 1813 el Tratado de Valençey, un acuerdo bilateral entre Napoleón y Fernando VII, al que reconoce a partir de ahora como el rey legítimo de España y de las Indias, con el que se puso fin a las hostilidades entre Francia y España. La paz definitiva se firmó en París un año más tarde, el 23 de abril de 1814.

2.3.) Las consecuencias de la guerra

 
La guerra generó un elevado número de muertes. Se calcula que más de medio millón de personas perdieron la vida, una cifra considerable si tenemos en cuenta que la población española de la época rondaba los once millones. Además de las muertes hay que tener en cuenta el exilio de miles de afrancesados, españoles que habían colaborado con el gobierno de José I y que, finalizada la guerra, tuvieron que atravesar los Pirineos junto a las tropas francesas. La crueldad y la devastación que provocó la guerra a todos los niveles fue plasmada duramente por Goya a través de una serie de ochenta y dos grabados conocida como Los Desastres de la Guerra.


Las pérdidas materiales fueron igualmente elevadísimas. Numerosas ciudades, como Zaragoza, Gerona o San Sebastián, fueron arrasadas. A la destrucción material hay que sumar el expolio de obras artísticas, sólo parcialmente devueltas tras la guerra.
 

Por otro lado, la guerra activó el proceso de independencia de la América española. Ante el vacío de poder creado, los grupos criollos comenzaron a organizarse en Juntas y establecieron un régimen de autogobierno que está en el inicio del proceso de emancipación de las colonias.

3. LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812

3.1.) Formación de las Cortes de Cádiz

 
Ante la incapacidad de dirigir la guerra, la Junta Suprema Central se disolvió hacia 1810, aunque antes convocó Cortes para que los representantes de la Nación decidieran sobre su organización.


La elección de los diputados y el viaje de estos a Cádiz fue un proceso difícil debido al estado de guerra. Ante las dificultades se optó por nombrar sustitutos elegidos entre miembros de la ciudad. El ambiente liberal de Cádiz, que hasta hacía pocos años había mantenido el monopolio del comercio con las colonias, estando poblada por ello por numerosos comerciantes y gente de negocios, influyó en gran medida en su producción legislativa y su marcado espíritu liberal, atemperado por los representantes del Antiguo Régimen, cuyo número era igualmente importante, procedentes del ámbito eclesiástico.


En septiembre de 1810 se abrieron las Cortes, formada por una cámara única, frente a la tradicional representación estamental. En su primera sesión se aprobó el principio de Soberanía Nacional.

3.2.) La Constitución de 1812

Una comisión se encargó de redactar el proyecto de Constitución. Tras su debate se promulgó el 19 de marzo de 1812 (día de San José, de ahí que fuera conocida popularmente como la Pepa).


La Constitución consta de 10 títulos y 348 artículos. Se trata de un texto muy largo, lo cual denota que fue fruto de un trabajo muy minucioso. Diseña un sistema político vertebrado por la Soberanía Nacional (artículo 3º) y la Monarquía Parlamentaria.


Contiene una amplia declaración de derechos del ciudadano, entre los que destacan la libertad de pensamiento y de opinión (aunque con limitaciones asociadas a un desarrollo legislativo posterior), la igualdad ante la ley, el derecho de propiedad, el derecho a la educación.
 

Establece un nuevo sistema basado en la división de poderes:
  • Poder legislativo: en manos de las Cortes con el Rey. Las Cortes, unicamerales, están compuestas por representantes de la voluntad nacional. Se encargan de elaborar leyes, aprobar presupuestos y tratados internacionales, mandan sobre el ejército, etc. El mandato de los diputados es de dos años y son inviolables en el ejercicio de sus funciones. La elección de los diputados se realiza mediante sufragio universal masculino indirecto, es decir, se establece un sistema escalonado con compromisarios a través de sucesivas elecciones en la parroquia, el municipio y la provincia.
  • Poder ejecutivo: en manos del monarca
  • Poder judicial: la administración de justicia era competencia exclusiva de los tribunales. Se establecen los principios básicos de un estado de derecho, es decir, códigos únicos en materia civil, criminal y comercial; inamovilidad de los jueces; garantías en los procesos; etc.
En otros artículos se crea un ejército de la Nación y el servicio militar obligatorio (distingue entre tropas de continuo servicio y la Milicia Nacional, cuerpos armados provinciales creados en situaciones de necesidad con una composición proporcional a su población y circunstancias concretas); se implanta un sistema de enseñanza primaria pública para toda la nación; se divide el territorio nacional en provincias, para cuyo gobierno interior se crea la diputación; en materia religiosa se plasma el compromiso entre liberales y absolutistas, al afirmar la confesionalidad católica del Estado.

3.3.) Labor legislativa adicional de las Cortes


Además del texto constitucional, las Cortes desarrollaron una importante legislación ordinaria encaminada a terminar con el Antiguo Régimen y crear un nuevo Estado liberal.


Los señoríos jurisdiccionales fueron suprimidos en 1811. Se liquidaba el régimen señorial, pero convirtiendo en propietarios a los antiguos señores, no a los campesinos. También se decretó la eliminación de los mayorazgos, se declaró la libre propiedad y la desamortización de las tierras comunales para amortizar la deuda pública.
 

Se abolieron los gremios, al tiempo que se establecía la libertad trabajo, producción, contratación y comercio.
 

Se abolió la Inquisición, aunque para ello fue necesario hacer frente a una fuerte oposición por parte de los sectores absolutistas (nobleza y clero fundamentalmente).

La legislación de Cádiz fue, debido a las circunstancias en las que se desarrolló, mucho más avanzada de lo que podría haber sido en una situación de normalidad. Sin embargo la obra legislativa de Cádiz casi no tuvo aplicación práctica, debido por una parte a la situación de guerra en la que surgió y
debido por otra parte a la vuelta al absolutismo monárquico de Fernando VII una vez terminada la guerra.

4. EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833): ABSOLUTISMO VS. LIBERALISMO

4.1.) La Restauración del Absolutismo: el Sexenio Absolutista (1814-1833)

 
A su retorno a España, Fernando VII desobedeció las instrucciones de las Cortes de volver directamente a Madrid para jurar inmediatamente la Constitución y validar el nuevo orden político. En vez de esto se dirigió a Valencia, siendo aclamado por allí donde pasaba. Cerca de Valencia el general Elío, que mandaba el ejército de Levante, se pronunció ante el rey por el restablecimiento pleno de la soberanía real, es decir, por el absolutismo. En Valencia, un grupo de diputados a Cortes entregó al rey un escrito conocido como Manifiesto de los Persas, en el que se pide al rey la vuelta al Antiguo Régimen, el absolutismo real. Además el rey contó con el apoyo del pueblo llano, que secundó las medidas contrarrevolucionarias al grito de ¡Viva el rey!, ¡Muera la Constitución! o ¡Vivan las cadenas!.


Esta situación llevó a Fernando VII a firmar el Decreto de 4 de mayo de 1814, a través del cual anulaba la Constitución y toda la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y anunciaba la vuelta al Antiguo Régimen


Una vez en Madrid, el rey y sus colaboradores procedieron con la disolución de la Regencia y de las Cortes, detuvieron y procesaron a los liberales más destacados, y pusieron en práctica una represión sin contemplaciones, restableciendo la Inquisición, restituyendo el sistema señorial y devolviendo las tierras al clero. 


Derrotado Napoleón, las potencias absolutistas europeas vencedoras restablecieron, mediante el Congreso de Viena, el antiguo orden. Se creó la Santa Alianza, una fuerza de intervención que actuaría en defensa del absolutismo interviniendo militarmente en cualquier país donde avanzara el liberalismo.


En España la situación general era desastrosa y los intentos por parte de Fernando VII de rehacer el país fracasaron. Los seis años de la primera restauración estuvieron salpicados de intentos por derribar el absolutismo. Surgió entonces un nuevo fenómeno, el de los Pronunciamientos, que ha marcado sucesivamente la historia contemporánea de España. Básicamente consiste en la constante interferencia del ejército en la vida política, tratando de conseguir cambios en el gobierno o en el sistema político en general recurriendo para ello al golpe militar. Espoz y Mina, Porlier y Lacy fueron algunos de los protagonistas de estos primeros pronunciamientos.

4.2.) El Trienio Liberal (1820-1823)

 
El 1 de enero de 1820, el Coronel Riego, jefe de las tropas expedicionarias acantonadas en las Cabezas de san Juan para ser enviadas a América para luchar contra los independentistas, se pronunció a favor de la Constitución, obligando a Fernando VII a restituirla. Se formó entonces un nuevo gobierno y se convocaron elecciones a Cortes, al tiempo que muchos exiliados liberales comenzaban a volver del exilio.


Entre los liberales de esta época se pueden distinguir dos posturas fundamentalmente: por un lado estaban los liberales moderados o doceañistas, partidarios de un gobierno fuerte, libertad de prensa limitada, sufragio censitario y defensores de la propiedad y del orden; por otro lado estaban los liberales radicales, que reivindican una aplicación avanzada de la Constitución, con control parlamentario del gobierno, sufragio universal, libertad de opinión, anticlericalismo, etc.

Se formaron Cortes en 1821 con mayoría moderada. Éstas comenzaron a producir una nueva legislación reformista: desamortizaciones, libre circulación de productos agrarios, reducción de diezmos, liberalización de la industria y el comercio. Sin embargo estas medidas beneficiaron más a los propietarios que a los campesinos.

En 1822 se produjo una insurrección contrarrevolucionaria, cuando cuatro regimientos de la guardia real se sublevaron. Fue sofocado, pero se formó entonces un gobierno radical que pasó a vigilar estrechamente al rey, que se había convertido en un obstáculo constante para los liberales.

Fernando VII terminó pidiendo expresamente ayuda a la Santa Alianza. En 1823 los Cien Mil Hijos de san Luís, al mando del duque de Angulema, entraron en territorio español y repusieron a Fernando VII como rey absoluto.

4.3.) La Década Ominosa (1823-1833)

 
Nuevamente se desató una fuerte represión contra los liberales, muchos de los cuales tuvieron que tomar nuevamente camino hacia el exilio. Aunque a partir de 1830 volvieron a desatarse nuevas conspiraciones liberales. Las intentonas fueron rápidamente abortadas, tanto la de Espoz y Mina en el norte como la del general Torrijos en Málaga.
El problema económico era, como había venido siendo hasta ahora, muy grave. A los tradicionales problemas de la Hacienda se le sumaban la pérdida definitiva de las colonias. Para tratar de hacer frente a los problemas económicos, Fernando VII buscó apoyo en el sector moderado de la burguesía financiera e industrial de Madrid y Barcelona.
Los sectores ultraconservadores, los realistas, se iban alejando poco a poco del monarca al tiempo que se agrupaban en torno a Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey y previsible sucesor, ya que Fernando VII no tenía hasta el momento descendencia.

4.4.) La crisis sucesoria

En 1830 Fernando VII tuvo una hija, Isabel. Sin embargo la Ley Sálica, implantada por Felipe V (rey de España entre 1700 y 1746), impedía el acceso al trono de las mujeres. Fernando VII derogó dicha ley mediante la Pragmática Sanción, abriendo el camino al trono a su hija.
Esto generó un fuerte enfrentamiento entre los que defendían un modelo de sociedad y otro. En torno a Isabel se aglutinaron los sectores liberales, mientras que en torno a Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, se agruparon los partidarios del Antiguo Régimen, lo llamados carlistas.
La esposa de Fernando VII, María Cristina, fue nombrada regente durante la enfermedad del rey, en 1822. Consciente de la necesidad de tener apoyos que garantizaran el acceso al trono a su hija se acercó a los liberales. Para ello formó un nuevo gobierno de carácter reformista y declaró una amnistía que supuso la vuelta de unos cien mil liberales del exilio.
En 1833 murió Fernando VII. En su testamento nombraba regente a su esposa, María Cristina, hasta la mayoría de edad de su hija. El mismo día de la muerte del rey, Carlos María Isidro de Borbón, su hermano, se proclamaba rey de España, iniciándose la primera guerra carlista.

5. LA INDEPENDENCIA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA

5.1.) Las causas del independentismo

Durante el siglo XVIII el comercio colonial había conocido una reactivación que impulsó el desarrollo de un importante grupo burgués criollo. Pese a su importancia social y económica, los criollos recibían un trato discriminatorio por parte del gobierno español, el cual enviaba a peninsulares para ocupar los cargos de gobierno americanos.
La minoría criolla rechazaba este trato discriminatorio del gobierno español, pues se veía impedida para ocupar cargos públicos así como para expandir su poderío económico, debido al monopolio español que imposibilitaba el libre establecimiento de relaciones comerciales con el exterior.
Fue entre esta minoría criolla, culta y económicamente fuerte, entre la que calaría el pensamiento ilustrado y el ideario liberal. Además tenían como ejemplo la independencia de los Estados Unidos (1776). Gran Bretaña, deseosa de controlar el comercio americano, respaldaría estos movimientos secesionistas.

5.2.) El inicio del proceso independentista

El proceso de independencia de la América española es de gran complejidad. En él se mezclan las revueltas urbanas y campesinas con continuas y variadas acciones políticas. En general se puede decir que tuvieron como centro de acción las grandes ciudades y que el grupo que lideró el proceso fue el criollo.


La actitud despiadada de los representantes de España sobre las ciudades tomadas a los independentistas inclinó los apoyos de la masa campesina y urbana (indígenas, mestizos y población negra) hacia el independentismo.


La primera fase se desarrolló entre 1808 y 1814. En las principales ciudades se crearon juntas similares a las españolas para organizar el gobierno a escala local en nombre de Fernando VII. Sin embargo no reconocieron a la Junta Suprema Central constituida en España, y muchas se declararon autónomas en 1810. Los principales focos secesionistas fueron:

  • Virreinato de Río de la Plata. Aquí José San Martín declaró la independencia de la República Argentina.
  • Virreinato de Nueva Granada y Venezuela, con Simón de Bolívar al frente.
  • México, donde el levantamiento fue dirigido por Miguel Hidalgo y José María Morelos.
En 1814, terminada la guerra, el gobierno de Fernando envió un ejército con el que consiguió, en parte, someter a los sublevados. Sin embargo, los ideales independentistas se habían extendido por toda América, y la segunda oleada independentista sería inminente.

5.3.) El triunfo del independentismo

La intransigencia de la monarquía española de los años posteriores en relación con las pretensiones de autonomía de las colonias impulsó un nuevo movimiento independentista que terminaría con el triunfo del independentismo en prácticamente toda la América española. 


San Martín, partiendo de Buenos Aires, cruzó los Andes, y luchó por la Independencia de Chile (1818).

Simón de Bolívar, por su parte, se puso al frente de un ejército con el que derrotó a los españoles y creó la Gran Colombia, que posteriormente daría lugar a las repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.

México, Perú y Bolivia también conseguirían independizarse, poniéndose de este modo fin al control español sobre el territorio americano, que quedaría reducido desde entonces a Cuba y Puerto Rico.

La derrota española se debió tanto a la fuerza del movimiento independentista como a los problemas internos de España, inmersa en un conflicto entre el absolutismo y el liberalismo, falta de fondos y con un ejército descontento.


Profesor Antonio Martín Martín
Última revisión 25 de septiembre de 2012

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